A Sofía el amor se le fue acabando de a poco. Se le fue gastando con el roce, se le fue quedando pegado en las paredes. Se ensució en el camino, le cayó lluvia encima y hasta un poco de barro. Se le fue holgando con el uso y aunque se acostumbró a lo cómodo que era, la poca calidad lo hizo durar apenas un tiempo.
Nunca había sabido cuidar muy bien nada. Menos aún a Miguel.