déjame bailar contigo
la alegría linda
del último vals,


amor...
Amor.

vulnerabilidad.

.
Quería decirte algo de veras, pero las costumbres de mi lengua me lo impedían. Quería decirte algo que significara.
Algo que recordaras para siempre.
O quizá hacer algo que nos quebrara definitivamente, porque el silencio estaba cargado de las 4 am, de ese cerro inalcanzable, de frío, de las ganas que teníamos de ser felices. Probablemente mis ganas más que las tuyas.
Quería probar algo distinto, para variar. Algo que me pudiera recomponer, por fin.
Y entonces te dije "Te amo".

Y tú me miraste, muy sabio como siempre. Con los ojos cansados. Me recorriste el rostro con una mano y después apoyaste ambas en el volante, luego de prender el auto, comenzando a salir de aquel lugar. Abriste la boca, sin mirarme.
"No, no lo haces".

Rutinas.




Hay una sencillez difícil de alcanzar en las auténticas rutinas,
una sencillez que va más allá de lo monótono:
es el tipo de sencillez que nos salva día a día la vida.

habitación



La pieza y las paredes vacías a veces se hacían interminables en esos 4 metros de largo y 3 de ancho. La cama a ratos, siempre a la hora de despertar, carecía de límites que pudieran atravesarse y los monstruos y los restos de todo se encontraban juntos y revueltos bajo ella.
La pieza siempre tiene cansancios colgando del clóset.
Y secretos.
Secretos entre las cortinas y la ventana.

Facts


Incluso la gente triste puede aprender a veces a ser feliz.

Buen Día


Se fue de pie en el metro, esta vez no quiso pelear por un asiento, a pesar de que llevaba ese libro gigante que cambiaba de brazo cada dos minutos. En Los Heroes y en Baquedano subió, como siempre, demasiada gente y la presión la empujó contra la puerta trasera. Era lunes, quedaban cuatro días más de lo mismo.
Le subió el volumen al mp3.
Y sonrió.

Tres Minutos




Lo vio sentarse en una banca al otro lado del parque.
Luego de quizá una hora, se levantó y se acercó.
Sin decirle nada, le tendió una cajetilla de cigarrillos.
Ella tomó uno.
Luego él tomó otro. Fumaron en silencio.
Cuando ella tiró la colilla al suelo y la pisó, él la miró y le sonrió.
Y luego se fue.

Nothing Like You and I


Estás en todas partes, incluso aquí, estás en todos los rincones de mi vida y no sé en qué momento y cómo pasó, tampoco sé exactamente qué está pasando pero siempre he sido terrible escribiendo cartas y aún así te escribo a tí porque la necesidad es más grande y necesito dejar testimonio, necesito dejarte incluso en palabras que todo lo demás es insuficiente, que todo lo demás no basta.

Sólo quería decirte que mi vida solía ser tan vacía.
Pero ahora está tan llena,
de todo y de ti.



Mentira.



Se comió un sándwich de queso,
una coca cola,
medio litro de helado,
las galletas tritón del mesón,
una barra de cereal que había en la despensa
y un pedazo de piña que quedaba en el refrigerador.


Subió al segundo piso y se miró al espejo.
-Mañana empiezo la dieta-.
Se sentó en el suelo.
Sacó un pedazo de chocolate del bolsillo.
Lo miró un segundo.

-Mañana-.

malentendidos.







Le pedí con los ojos que me diera un beso.
Pero me dijo chao, nos vemos mañana.

Sinceridad.




Si tengo que ser sincera,
en algún lugar de este lugar,
tendría que decir que la muerte siempre llega a estas horas.

Siempre muy tarde,
Siempre muy temprano,
Pero siempre.



Cervezas.


Era sábado.
Estaba ebria. Mis rodillas no pronunciaban bien las palabras y deseaba que todo parara, que parara la música , las náuseas, su cara avergonzada al sujetarla para que no se cayera, su cara avergonzada al verla bailar inconexamente entre toda la gente en la pista de baile. Pero todo aceleraba y la música no se detenía, ni las calles, ni él gritándole patética, levántate, o ella balbuceando algún reproche o algún perdón trabado en el alcohol. No se detenía nada, porque la ciudad jamás se detiene y nunca habíamos sido tan parte de ella.

La ventana.






Hay un monstruo fuera de la ventana.
Y yo sé que un día la va a abrir.
Y yo sé que ese día me va a matar.

Pijamas.


Mi abuela no tiene mucho dinero, pero siempre ahorra algunas monedas para comprarse pijamas rosados de satén como los que le compraba mi abuelo antes de preferir el vino, antes de morirse oliendo aún a cabernet sauvignon [el que viene en caja].

Metro



Cuando Andrea toma el metro siempre mira a los demás.
Andrea es de esas personas que cree que el amor de su vida está ahí, entre toda esa gente.

Corazón.








El corazón se cansa a menudo
de todo lo que palpita.
Y mi corazón -agotado-
se me revienta en las costillas.

Las Flores


-Traje flores, puedes ponerlas en agua?

Magda tomó las flores con las dos manos y sonrió al acercar el ramo a ella para olerlo. Fue a la cocina, sacó un florero y puso las flores en él, ordenándolas un poco para que quedaran más simétricas.
Miguel la observó en silencio desde la puerta de la cocina. Cuando la vio salir por la puerta lateral se dio vuelta para ir al segundo piso a ordenar, pero apenas giró un poco cuando sintió el sonido de algo rompiéndose en el suelo en la pieza del lado.

Magda estaba de pie mirando el suelo y levantó la cabeza cuando Miguel apareció en el comedor. Tenía los ojos llenos de lágrimas.

-Lo siento.
-No te preocupes, es sólo un florero.

Ella asintió.

Magdalena pasó por al lado suyo. Pensó que había ido a buscar la escoba y un paño para secar el agua, pero entonces la escuchó abrir la puerta del clóset.
Miguel la siguió, confundido y se encontró de cara a ella bajo el dintel de la puerta. Magdalena llevaba una maleta en la mano izquierda.

-Magdalena? -musitó, asustado.
Ella lo miró e intentó decir algo, pero no pudo.
-De verdad lo siento.

Entonces lo esquivó, abrió la puerta de la casa y ni siquiera dudó un segundo antes de cerrarla. Miguel, de espaldas, sólo escuchó el portazo.
Un motor.
Y el sonido de un auto alejándose de su casa.

Censura.

"En esta carta te advierto que soy una persona totalmente arruinada. No creo en nada, menos aún en mi. Tengo miedo, todo el tiempo, tengo miedo de todo. Tengo muchas cosas, sobre todo vacío. Y pena. Esas dos cosas son las que me definen y todo lo que tengo, todo lo que soy. Intentaré sabotear esto, intentaré muchas veces sabotear todo esto porque hay algo de verdad mal conmigo; si eres de esas personas que intenta repararlo todo te aviso de verdad y quiero que lo tomes de manera literal: no lo intentes conmigo, no es algo que sea posible. Aun así y todo, te quiero. Aún así y todo espero que te quedes".


Levantó la hoja, la leyó una vez y abrió el cajón.
La guardó. Sacó otra hoja.

"En esta carta sólo quiero decirte que te quiero".

Las tres con veinte.



.
Le había dado un beso en la mejilla después del Chao.
Y después se había ido casi corriendo, por supuesto.
Así que se había casado.
Maldito bastardo.
.

Cotidianeidad.

.

No sabían desde hace cuanto tiempo estaban juntos, no recordaban fechas exactas. Se habían conocido en el único día de lluvia del verano y cuando llegó el invierno decidieron que estarían juntos para siempre. Solían tomarse de la mano en primavera, pero ella prefería hacerlo en otoño, cuando metía la mano en los bolsillos de su chaqueta y descubría bombones de chocolate con cerezas al cognac, que él siempre terminaba regalándole.


Él solía abrazarla cuando lloraba y le sonreía cuando preparaban juntos el desayuno todas las mañanas. Le reclamaba porque dejaba la ropa tirada por toda la habitación pero después ella se le encaramaba en la espalda y lo botaba sobre la cama riéndose sin muchas preocupaciones, porque desde que le conociera, nunca más había tenido cosas de las que angustiarse. Cantaban juntos canciones alegres, bailaban descoordinados cuando tocaban música de playa en la radio, tomaban helado y siempre se les terminaba cayendo a los dos. A ella se le pegaban los huevos en el sartén y él era incapaz de preparar tallarines. A los dos les gustaba el arroz con leche y discutían de política y religión siempre al lado de la estufa a parafina que tenían porque no les gustó nunca llamar por teléfono para pedir balones de gas.


Soñaban juntos con conocer Nueva York y Paris, tener un piano de cola y tiempo para ir todos los días al cine. Ella quería escribir un libro y él hacer algún descubrimiento trascendente y famoso para ganar mucho dinero y mantener una familia grande como la que pretendía tener, mientras que ella le miraba feo cada vez que le mencionaba el tema, aunque en secreto, ella quería lo mismo.


Caminaban juntos por Santiago al menos una vez a la semana, en un barrio de media clase y normal. Los domingos se quedaban hasta tarde en la cama y jamás fueron tan felices como cuando después de varios años, tuvieron una niña que tenía los ojos de él y la sonrisa de ella.


Nunca fueron el uno para el otro. Pero por alguna razón, no lograron jamás vivir separados.

Don Manuel.

.
Ayer en Tobalaba se sentó en la única silla disponible del vagón. Tenía el pelo castaño, de ese castaño que tiene la gente cuando el pelo está de camino a volverse blanco. Tenía unas entradas bien grandes, cinco años más y seguramente sería de esos señores calvos que andan por ahí. Su cabeza tenía fomra como de triángulo invertido, su boca era muy pequeña y los párpados se le caían un poco sobre los ojos, resumiendo los años de sueño y de transporte a las seis treinta de la mañana. Aún así no dormitaba, iba bien despierto.

Don Manuel iba mirando al frente, a una pareja. Ellos iban conversando muy de cerca, ella le decía cosas a él y él la miraba, simplemente. Yo también me di cuenta de que él estaba enamorado de ella, por la forma en que la miraba y por la manera en que se le crispaban un poco las manos cada vez que ella sonreía, entrecerrando un poco los ojos y haciéndosele unas margaritas en ambas mejillas., como si quisiera alzarlas para tocarla, abrazarla o acercarla a él.

Don Manuel los miraba y sonreía un poco, como con nostalgia. Quizá se estuviera acordando de Agustina, que se reía como la niña de al frente, hace ya muchos años. Se reía con las mismas margaritas y entrecerrando los ojos de la misma forma. Y él también se moría por tocarla, acercarla a él, abrazarla, mientras escuchaba esa manera tan bonita que tenía de hablar, como de todo y nada a la vez. En ese tiempo los dos se iban sentados en esa micro que llegaba hasta la Alameda con Mc-Iver. Agustina se bajaba en Salvador con Providencia y él se quedaba mirándola por la ventana hasta que desaparecía.
Un día Agustina no llegó ya más al paradero y aunque la esperó muchas veces, simplemente no apareció. Probó otras paradas, otras micros, pero nada. Entonces comenzó a tomar el metro para no buscarla tanto por las ventanas, aunque de vez en cuando, mientras caminaba por alguna estación o en los carros especialmente llenos de las mañanas, miraba alrededor con esperanza, hasta que un día ya no lo hizo más.
Cuando la pareja se bajó del vagón en Baquedano vi como Don Manuel bajaba la cabeza y suspiraba un poco. Entonces se levantó y fue hacia la puerta. Antes de bajarse, en Santa Lucía, miró hacia ambos lados del vagón y, al abrir las puertas, a ambos lados del andén.
Se quedó unos segundos de pie, quieto.
Y luego se dirigió a la salida.

días comunes.

.
A Sofía le han dicho que a veces la gente no sabe porqué se siente triste pero ella siempre ha dicho que eso no le pasa. Sin embargo ocurre que Sofía se está deshaciendo, se le están desprendiendo los huesos y no tiene idea porqué.
Quizá son los alfajores escondidos que se comió.
O el cansancio de siempre.

Silencio.

.

La felicidad agota las palabras.
Las encierra, las ahoga, las sumerge.


Que quede en Familia.

Ese día 27 de septiembre Frank Sinatra cantaba I wish you love en formato mp3 y ella llegaba a su casa a las seis de la tarde con el aire en las manos, el rostro en el suelo y su pecho en partes pequeñas por todo el camino. Manuel ya no la quería, pero eso ella ya lo sabía hacía tiempo. El problema era que Manuel ahora quería a Francisca y Francisca lo quería a él.
El problema era que Francisca solía ser desde hace 25 años su hermana.

Yo, Tú, Ella (part. II)

Que dolor cada vez que sé que aquí el te quiero sólo lo digo yo, que dolor cada vez que las ausencias no me dejan más evidencia que el olor de ella en tu ropa, tus manos mías, tu todo y más. Que dolor, que no soporto, que me diluye en agua impura, de la misma que te asqueaste. Que dolor arrastrarme en cada paso tuyo, en cada palabra tuya, que dolor todo y tú, ahí, enfrente, sonriéndome, como si el tiempo de nosotros nunca hubiese existido. El dolor que llevo equivale a mi historia unilateral, a mi personaje secundario cargado en el alma con cada beso protagónico que ella te dio, con cada encuentro perfecto en el que yo no estuve allí.


Que dolor. Esta historia nunca fue mía.

El Punto (que debiese ser) Intocable

.
Tus sonrisas salen tan finjidas siempre y yo me lo banco simplemente porque te quiero tanto que prefiero bancarte de esta forma que estar lejos de ti.

Yo, Tú, Ella [Part. I]

Recuerdo pocas cosas, porque la verdad es que fue poco tiempo. Tiempo prestado, como siempre. Una tregua demasiado corta, de esas que uno aferra mucho más de lo que debe, con demasiadas fuerzas, con demasiadas partes de cuerpo. Con los dedos, con las manos, con las piernas, con brazos, con mi espalda, mi cabello. Con mis pulmones.

Recuerdo a veces ese gesto de la boca que hacía cuando sonreía. O sus ojeras de las mañanas, que siempre recorría muy despacio con mis dedos, mientras estaba entre despierto y durmiendo. Las veces en que me cargaba en su espalda, o como siempre, siempre me abrazaba cuando se acostaba a mi lado, apoyando su cabeza entre mi cabeza y mi hombro.

Tengo despojos de todo lo que fue para mí, despojos de lo poco que fui para él. Tengo retazos pequeños de lo que ocurrió, retazos secundarios e insignificantes de la historia de ellos, de él con ella. Tengo despojos de mi, de mi pena, de lo que siento, de él, por todo el cuerpo, por todas partes. En todos mis lugares.

Tengo todos los pedazos de dolor acumulados por cada vez que él la abraza, por cada vez que no está, porque sé que está con ella. Tengo todos los restos de mi cuerpo desperdigados en todas partes, por cada vez que simplemente fue demasiado para tolerar, y fueron tantas veces, fue tanta pena que se desbordaba por donde fuese.

Y lo he intentado todo, todo. Pero no sé que pasa, porque nada es suficiente. Nada. Ni las veces que me decepcionó, ni las veces que me hirió o las que dejó de quererme. No basta? No es suficiente acaso? Es demasiado. Ya va siendo demasiado.

Enero

.
En tus lugares siempre hay vacío. Pero a veces ocurren esos jueves, me dices cosas acercándote a dos centímetros de distancia y es entonces cuando esos vacíos explotan de alegría, de puro amor medio escondido que sale a celebrar como si hubiese acabado la guerra, como si la libertad estuviese cerca, como si fuésemos a ser felices.
Mis vacíos están tan inevitablemente llenos de todo y de ti.

Nueve meses y Tres Días

.
-Pero que es lo que te pasa!-exclamó Matías, ya enojado. Había pasado todo el día intentando sonsacarle porqué tenía ese humor de mierda y había intentado ser paciente, pero todo tenía su límite.
Sofía lo miró intentando disimular el rencor que sentía. Cómo no se daba cuenta! La ceguera no tenía límites con él, claramente.

-Te quiero-musitó, cansada.

-Yo también te quiero, pero Sofía...

Sofía soltó una sonrisa no sabía si más triste que sardónica. Movió la cabeza de un lado a otro con incredulidad y se levanto del sillón para ir a recoger sus cosas, dejando a Matías desconcertado.

-Pero vamos..! Qué hice ahora!

Se levantó de un salto y fue hacia ella. La tomó del codo para obligarla a volverse.

-Vamos, me vas a decir ahora mismo que mierda es lo que te pasa!
Sofía se soltó de su mano de un tirón.

-Yo no quiero ser querida, Matias! Ya basta! Llevamos dos años y medio, tengo 33 años! Quererme no es suficiente, yo quiero a mis amigos, a mi tía, a mi abuelo, a todo el mundo quiero! El tiempo se me pasa y estoy cansada, no quiero perderlo, no...

Botó aire. Lo quedó mirando unos segundos, esperando con las últimas esperanzas que tuviiera algo que decirle, pero Matias simplemente se le quedó mirando como si no entendiera. Ya había tenido suficiente.
Se dio vuelta nuevamente y tomó su cartera. Casi corrió la distancia que la separaba de la puerta y no miró ni una sola vez antes de cerrarla tras ella de un solo y limpio portazo.

Mientras caminaba por el pasillo y bajaba las escaleras del edificio no dejó ni por un segundo de esperar vanamente que Matias se apareciera de repente y le dijera que la perdonara, que la amaba, que etcétera. Pero él no apareció.

En los días siguientes no dejó su apartamento ni un sólo segundo, pegada al teléfono, esperando a sabiendas que él no llamaría. Quería darse de cabezasos en la pared por ser tan tonta y por la rabia que tenía repartida en todo el cuerpo. Todo le dolía.

Cuando eventualmente dejó su departamento para ir a trabajar llegaba todos los días compulsivamente a revisar la contestadora, pero a parte de algún mensaje de alguna amiga o de su mamá, no había nada más.

Pasaron cinco meses antes de que pudiera ver de nuevo Nothing Hill sin llorar cuando Julia le decía a Hugh Grant "soy sólo una chica delante de un chico pidiéndole que la ame" y otro más antes de que pudiera escuchar alguna canción de Frank Sinatra. Un día un tipo la invitó a salir y fueron al restaurante donde iban siempre, pero pudo comer y conversar sin ningún tipo de problemas.

Un día, mientras corría por el Parque Balmaceda lo vio caminando solo por Av. Providencia, pero ni sus piernas le fallaron ni el corazón le latió más deprisa o más lento de lo normal.

Habían pasado nueve meses y tres días cuando, mientras gritaba las respuestas a la televisión al ver Quien Quiere Ser Millonario, alguien tocó a su puerta.

Se levantó molesta de que alguien la interrumpiera a esa hora y abrió sin mirar por el visor de la puerta. Llevaba un pijama horrible y el pelo amarrado. La pintura de los ojos seguramente se le habría corrido a esa hora del día. Y en dintel estaba Matias, resoplando como si le faltara el aire, con las manos en las rodillas.

-Ma... Matias?
-Lo he pillado...-respondió él, sin aire-. Lo he entendido Sofi!
Sofía lo miró como si se hubiese vuelto loco.
-El qué?

Matias la miró y se acercó a ella, pero Sofía retrocedió un paso.

-Mira Mati, estoy bien. Han pasado no sé cuantos meses (dijo eso sólo para mostrarle un poco indiferencia, sabía bien que habían pasado nueve meses y tres días) y yo ya te he...

-Sofía, te amo.

Sofía lo miró y sintió que algo se le partía en alguna parte. Le vinieron unas ganas terribles de llorar, pero se las aguantó.

-Pues lo siento, Mati. Yo sólo te quiero.

Entonces cerró la puerta. Fue al sillón, se sentó y subió el volumen de la tele.

Vidas


-Empieza.
Se quedó como paralizada mientras él le apoyaba las dos manos en la cabeza y la empujaba hacia delante. El olor a sexo pagado y a algo sucio se hacía denso en la pieza con cada minuto que pasaba y ella no podía parar de preguntarse como, como chucha había podido terminar en ese lugar.

-Apúrate conchetumare!

Sumisa, sólo atinó a abrir la boca y entre arcada y arcada se acordó, sin saber porqué, de que en dos días más cumplía quince años.

Todavía no.

.
Todos los primeros de mes se cruzaban a las siete veinte en Providencia con Pedro de Valdivia. Una vez hasta chocaron.

facts.

.



I got no real problems in life. I got nothing. Absolutely nothing.

Amigas.

.
Estaban las cinco sentadas alrededor de aquella mesa redonda en ese café de Lastarria. Lo Tomaban todas con azúcar, excepto Camila, que lo prefería amargo.
En algún momento María comenzó a hablar sobre su nuevo novio Martín y entonces comenzó la deglución lenta y tediosa de todos los momentos y detalles que la habían llevado a conocerlo. Camila escuchó casi toda la historia, mientras Francisca, Laura y Magdalena fingían sistemáticamente caras de interés y tomaban pequeños sorbos de esas pequeñas tazas que habían costado un dineral.
Pasaron diez minutos con la descripción del primer beso y entonces no pudo aguantar más.
-Tengo Sida.
Lo escupió, así, sin más. Casi disfrutó ver la progresión de la deformación en la cara de sus amigas. Si hubiese dicho cáncer podría haber visto la lástima y la pena en sus caras, pero era Sida. y en el fondo de los ojos de todas ellas podía leer la misma sentencia moralista y escandalizada.
"Por puta le pasó".
Llevaba años aguantándolas, pero a pesar de todo las quería, qué le iba a hacer. Por eso sintió como por fin caía la culpa sobre su espalda cuando abrió de nuevo la boca y, mirándolas a todas a los ojos, les dijo:
-Y todas ustedes lo tienen también.

Tiempo.

.

Salieron siete veces antes de que se atreviera a tomarle la mano. Pasaron dos semanas más para que le diera un beso. Tres meses después hicieron el amor en el piso de su casa y dos días más tarde le dijo por primera vez "te amo".
Exactamente cuatro años y tres días después de eso, le dijo que dos noches atrás había llevado a otra a ese mismo piso, que ya no la amaba y que lo que había entre ellos se acababa de terminar.

Francisca

Se levantó todavía mareada.
Buscó a tientas su ropa, desparramada por todo el lugar y se la puso lo más rápido que pudo. Abrió la puerta sintiendo nauseas y antes de cerrar echó una última mirada hacia atrás. Laura todavía dormía y la pieza todavía olía a alcohol, a Chanel, a Marlboros y a...

La ventana.

La noche anterior había llovido y las montañas estaban repletas de nieve.
Agarró la taza de café con ambas manos y sopló un poco la orilla para poder tomar un sorbo. Sabía que algo pasaba porque los hombros se le caían un poco hacia delante, o porque los pulmones no acababan de llenársele de aire antes de poder botarlo.
Bebió otro trago.
Todos los días se tomaba ese mismo café frente a esa misma ventana, mirando aquel paisaje, a la misma exacta hora, con el sol alumbrando recién apenas mientras todo tenía ese color tan de la mañana. Ayer había llovido y hoy el vidrio estaba tan lleno de gotas que no dejaban ver a través de él, sólo lograba ver su imagen de pie, aferrándose a ese mismo café, frente a esa misma ventana, frente a ese paisaje a la hora exacta de todos los días,
reflejándose.

18 años

A Sofía el amor se le fue acabando de a poco. Se le fue gastando con el roce, se le fue quedando pegado en las paredes. Se ensució en el camino, le cayó lluvia encima y hasta un poco de barro. Se le fue holgando con el uso y aunque se acostumbró a lo cómodo que era, la poca calidad lo hizo durar apenas un tiempo.

Nunca había sabido cuidar muy bien nada. Menos aún a Miguel.

Mi lugar.

.

-Toma.

Así, sin más. Haciendo de tripas corazón.
Le entregó sus llaves sintiendo literalmente que entregaba un pedazo gigantezco de ella. Un brazo, quizá una pierna. A lo mejor no debería ser así, no debería sentirse tan invadida, pero... ella nunca cedía espacios, nunca lo había hecho. Para qué molestarse en ceder siquiera un centímetro que alguien colonizaría sin ningún tipo de reparo y luego, ante cualquier cosa, se llevaría sin ninguna culpa?

La mano le tembló cuando las soltó sobre su palma.

Pero entonces, cuando ya estaba a punto de quitárselas en un impulso y salir corriendo lo más lejos posible, lo miró. Y Sebastián estaba allí frente a ella observándola divertido, sonriéndole hasta con los ojos. Y entonces todo el miedo y el pánico y el ultraje se desvanecieron. Él le extendió los brazos, invitándola a su espacio y ella dio un paso hacia él, dejándose abrazar. Y fue en ese momento en el que sintió como de repente todas sus fronteras y todas sus barreras construidas tan cuidadosamente durante tanto tiempo se desaparecían, se fusionaban con líneas nuevas, brillantes, que la envolvían con gusto.

Sebastián le abría su país personal sin ninguna objeción y le entregaba todo. Le daba a manos llenas todo su espacio y hasta toda su persona. Y entonces ella ya no pudo tener más miedo, porque esta vez los dos pisaban por primera vez un territorio nuevo, un país libre, un estado que ambos acababan de fundar. Después de todo ese tiempo y después de toda la búsqueda, ya no pudo tener más miedo u objeciones, porque por fin entendía que había logrado encontrar su lugar, su lugar compartido.

sobre la tristeza

.





a veces las rodillas simplemente no dan.

El Testigo.

.
Cuando Carolina salió a sacar la basura ese día veintisiete de junio del año pasado se afirmó con las dos manos en la pandereta de su casa, apretando la mandíbula muy fuerte para que se le pasaran las ganas de llorar. Porque sólo los débiles lloraban y eso era lo único en su vida que no era, lo único que le quedaba, a pesar de que estuviera tan cansada y a veces ya no quisiera más. Carolina era toda fuerza y eso nunca, nadie, jamás se lo quitaría.

Sin embargo tan pronto se prometió todo aquello, las piernas se le doblaron, los ojos se le aguaron aunque pestañeó furiosamente en un intento vano de evitarlo y la muralla fue la única presente y la única que la contuvo cuando de repente no aguantó más y sin poder evitarlo de ninguna manera, se puso a llorar.

Cuadernos



En el cuaderno de Matilde hay dos tipos de palabras: Las Verdaderas y las Falsas.
[Las vacías y las cansadas].

Quizá mañana ya no

Te quiero como esa gente que quiere hace un
millón de años
pero nunca se
había dado cuenta.

In english sounds better.



Sandra couldn't stop wondering herself when, exactly, she had became a totally slut.

Julio



Para de ponerle tildes a todas las palabras para que suenen más fuertes en mi memoria, de agregar puntos suspensivos y comas a todas las frases para que se vuelvan más incómodas. Detente. No coloques punto aparte.



Yo ya sé que la historia se malogró.


Ilusa






Reclamo el derecho de arrepentirme de lo que se me de la gana.

mañana







Te digo Chao porque esta vez es de
verdad.

El momento de mayor Pateticismo



Estaba en otro país. Sola, medio perdida, sin ni un peso y tan desesperada que me tiré al suelo a recoger el cigarro qún encendido que alguien había tirado recién.

Nunca me había sentido tan irremediablemente patética.

silencio



Mi mamá siempre me dice que le encantaría saber que pasa "por mi cabecita" cuando la miro con esos silencios largos. Pero yo sé que si mi mamá supiera lo que pienso, probablemente se pondría a llorar.

Olor

.

Mi mamá siempre huele a perfumes de Chanel.

Mi mamá.


Cuando mi mamá me abraza, me palmotea muy despacito la espalda y, sin darse cuenta, lo hace al mismo ritmo que van los latidos de su
corazón.

I Was Done

.
No fui capaz de sentir nada hasta que llegamos a esa esquina, donde me dijo adiós, nos vemos, con ese tono de voz que usaba para decirle buenas tardes a cualquier persona, subrayándome mi posición de una más entre millones, refregándome en la cara la poca originalidad que tenía yo en su vida. Ni siquiera llovía, era una noche normal para su momento intrascendente, su trámite tedioso. Mientras tanto, yo me quedaba
desparramada por toda la calle, incapaz de recomponerme. Intentando sonreírle para que no se diera cuenta. Intentando arrebatarle un poco de la dignidad que me había quitado para protegerme de la vergüenza que sentía, de la culpa y la rabia. Pero sobre todo de la pena.

No sé cómo pude llegar a mi casa. Lo único que recuerdo bien es que ese trayecto, fue eterno.

Miedo

.


Tengo miedo la mayoría del tiempo.

Abel

Cuando tenía siete años a María le gustaba darle súper besos a un niño que se llamaba Abel.

confieso

Necesito ser sincera?
Extraño de manera patética las expectativas de nosotros. Y más. Mucho más.

No necesito nada más.

.



Lo único que intento encontrar es una respuesta. Nada más.

Autoclave





Voy a meter en una olla grande todas mis partes del cuerpo para ponerlas a agua bajo presión. Para que todo se limpie, para que mañana todo parezca que parte de cero aunque nuestros telómeros sigan acortándose en protesta por todos los meses y años que dejamos que sigan pasando por nosotros.

Hoy Día.

hoy todos tienen ganas de estar felices.

Camila y Santiago.

.
-Camila!
"¿Santiago?" Pensó, girando la cabeza hacia la persona que había dicho su nombre. No, no... cómo podía encontrarse justamente ahora con alguien si había vomitado hace dos segundos, por dios!

-Camila, tanto tiempo!
Santiago practicamente se abalanzó sobre ella y la agarró por la cintura, abrazándola tan fuerte que de nuevo le costó respirar. La levantó del suelo con el impulso y luego la dejó en el piso, riendo con alegría.

-Santiago...

Intentó sonreír, pero el esfuerzo fue muy grande y patético. De su boca salió una mueca sólo demasiado triste y Santiago se dio cuenta. Primero sólo del tono de voz y luego de la palidez de su cara y el temblor de sus manos.

-Santiago, yo...
Sabía que era estúpido hacerlo incluso antes de hacerlo, pero la necesidad de correr era demasiado fuerte. Simplemente giró en redondo y se alejó corriendo de aquel lugar lo más rápido posible, sabiendo que contaba sólo con la sorpresa de él antes de que corriera tras ella para alcanzarla. Las piernas le gritaban dolor del esfuerzo pero no se detuvo ni siquiera al llegar a la esquina. Se abalanzó hacia la calle sin pensar en nada.
Pero entonces vio un par de luces casi sobre ella y lo siguiente fue un familiar par de brazos empujándola hacia atrás.

-ESTÄS LOCA O QUÉ!!!!

Ella perdió el poco color que le quedaba y el temblor ligero de sus manos se convirtió en algo generalizado. Parecía un mal chiste casi morir justo ahora ante la inminencia de unos meses más. Pero teniendo en cuenta que la vida se le iba en cada segundo y que ella no estaba por la labor de entregarla tan dócil, haberse expuesto tan estúpidamente había resultado simplemente intolerable.

Santiago aún la tenía abrazada, sin entender nada lo que ocurría cuando ella gimió y se puso a llorar. En silencio, sólo dejando correr las lágrimas sin detenerlas ni intentar hacerlas parar. Estaba rendida y demasiado cansada para ello.

-Me voy a morir.
-No te vas a morir, tonta. Aunque si sigues cruzando las calles de esa manera seguramente si-repuso Santiago, entre enfadado y asustado también.
Camila sólo asintió.
-Gracias por salvarme.
Santiago sonrió.
-Es lo que hago cada vez que me reencuentro con un amigo que no veo hace siglos, tú sabes-dijo él con expresión de suficiencia.
Entonces ella lo miró y sonrió.Esta vez de verdad.

Camila

.

Hacía tiempo no se paraba en ese lugar... El río Mapocho ya no olía mal como antes y ahora habían más edificios con ventanas iluminando el paisaje. La noche seguía siendo encantadora en Santiago.
Realmente encantadora.

Camila se aferró a la rejita que bordeaba el río aún no navegable y la apretó muy fuerte. El fierro estaba frío y ella no era capaz de transmitirle ni un poco de calor porque también ella estaba helada. Estaba entumida. Los dientes le castañeteaban. Y los ojos estaban a punto de lagrimearle porque era incapaz de cerrarlos y el viento se los irritaba. Así que esto era. Esto había sido todo el tiempo.

¿Dónde estaba el alivio? No había ni un poco. Ningún peso quitándosele de encima, sólo pánico anclándola a aquel lugar por todas partes. El viento leve se le arremolinaba y seguía y los autos pasaban cada vez más rápido, las luces más brillantes. No había nada más que ruido. No había ni silencio, ni música, sólo ruido interrumpiéndole todo.

Miedo. Sólo sentía oleadas de miedo inundándole. Miedo y pánico. Porque no terminaría nada jamás. Ahora no lograría tener nada jamás. Nada suyo, ni siquiera una idea original sacada de algún lugar. Ni siquiera una historia de amor que valiese la pena contar, absolutamente nada. "Nada", pensó mientras sentía como comenzaba a respirar con dificultad.
"Nada".

Entonces el miedo le subió por la garganta y de un momento a otro se vio impulsada hacia delante. Vomitó el almuerzo de ese día y ante el espasmo sintió como le temblaban los brazos y las piernas. Jadeaba, no podía respirar muy bien y aquello la asustó aún más.

Después de todo ese tiempo deseando que ocurriera, el conocimiento real de que iba a morirse llegó demasiado pronto y demasiado repentino. Demasiado real. Y junto, terriblemente, por primera vez en cada terminación nerviosa, en cada músculo, cada centímetro de piel de todo su malgastado organismo... por primera vez con el único, intenso, gigantesco y abrumantemente injusto deseo de vivir.

A veces soy feliz.



A veces sueño que mis días son para sonreír un poco,
y no para fumarme un cigarro sólo para sentirme más llena,
aunque sea de humo.

[ ]





Te quiero
,
más que la chucha.

27 de febrero.









Eran las cinco de la mañana
y ni los autos hacían ruido.

Cosas que Debieran no Pasar

Es increíble el nivel de ahogo que alguien puede producirte en un par de horas.

color.

Hay solo ropa negra. ropa negra juntándose en el clóset.

No se van nunca

Los fragmentos se desparraman en el piso, pero aunque barramos con la escoba o trapiemos con la mopa, siempre quedan. Y entonces un día bajamos sin zapatos ni calcetines y...

Fiesta

Fernanda se miró al espejo y se sonrió. Se veía linda. Se veía demasiado linda. Y quizá hoy Marcos si se fijaría en ella. Quizá se fijaría en el perfume que se había echado, o en sus ojos, en lo lindos que se veían sus ojos hoy día. Suspiró y se arregló una arruga en la polera. quizá hoy Marcos bailaría con ella y le daría un beso.

La pena de Abril

Yo te busco pero no sé ya donde más puedo buscar. Busqué en todas partes. En mi casa, en mi barrio. Salí fuera para ver allá lejos en las calles del downtown y en las micros, en las amarillas y en las blancas, creo que también en esas coloridas del sur... a veces en el subte. Pero no estás y yo me empiezo a preguntar si estarás de verdad por ahí. Si caminas buscándome también.
No sientes como si te faltara algo? Cómo si tus pulmones fuesen deficientes todo el tiempo para respirar? No hay un lugar seguro de esta forma, no hay calidez. Y así empiezo a sentirme cada día más sola, Miguel. Así es como cada día que pasa me siento más sola. Y ya no quiero. Ya no quiero más. Pero por otra parte... es inevitable, no? Porque no hay nadie más que puidera entender este desastre. Esta cosa extraña en la que me convertí al final. Dónde estás, Miguel? Estás con otra? Estás caminando en calles bonitas con ella, mostrándole las cúpulas de los edificios, enseñándole a mirar hacia arriba cuando pasea por la ciudad, como me enseñaste a mi? Miguel... le regalas flores? La abrazas cuando se acuesta al lado tuyo, le pasas tu pierna por encima de la de ella, para que se siente más a salvo? O ella no tiene tanto miedo como yo...? O ella no está tan malditamente asustada cómo yo?

Me canso Miguel, me canso y no aguanto más. Porque ya sabía que la vida era amarga antes de conocerte, ya sabía que estábamos solos y que al final siempre era vivir juntos y morir solos... Pero saberlo después de saber que contigo la vida podía sentirse más cielo que tierra embarrada, después de comer panqueques con jugo de naranja en polvo en las plazas de esta ciudad que ahora se ve tan apagada... saberlo ahora me ahoga, de verdad me ahoga.

Me ahogo Miguel. Me ahogo. Y no estás. Y hoy recorro por última vez todos los lugares que teníamos. Porque desde hoy ya no busco más. No te busco nunca más, me rindo. Ya basta.
Por favor, ya basta.

Ese

Te quiero, no te quiero, te quiero, no te qiero, te quiero, no te quiero, ¿te quiero?, ¡no te quiero!, ¡Te Quiero!, ¿No te quiero?

no. ya no te quiero.

Sadly ever after

No sé que nos pasó, éramos felices. Comprábamos girasoles los sábados en los leones con av. 11 de septiembre y el pan caliente en la panadería de la señora Liliana.
Creo que sólo discutiamos por las películas que íbamos a arrendar los martes. A ti te gustaba jurassic park y yo siempre quería ver lo que el viento se llevó.

quizá era que a ti te gustaba siempre Mely. Y a mi nunca me gustó Ashley, siempre preferí a Reth.


El parque

Me acuerdo que me paré frente a ti ese día en el parque y entonces ya no pude aguantar más. Era tanta la necesidad de tocarte aunque fuese la mano que dolía. Y te las tomé, y te tomé por los brazos también. Y aunque no era capaz de decir nada, porque no me salía ni una sóla puta palabra de la boca, te miré como se mira cuando las cosas simplemente explotan, se desbordan y son incapaces de permanecer como antes. Y no sé como entendiste, no sé como lo hiciste. Me miraste y me miraste como se mira cuando las cosas se acaban, como cuando se sabe que no hay nada más o nada menos, que sólo queda nada.
Y te acercaste y me diste un beso apenas.

No sé como te fuiste ese día, no sé como comencé yo de nuevo ese día. Pero fueron años. Y yo descompuesta, totalmente estropeada, basureada en el suelo sin querer dar ni un sólo paso más en la vida, aún así, avancé. Te corrí, te moví, te escondí de todas partes. El parque se transformó para los niños, las calles para caminar con otra mano, con otro pelo, otras conversaciones, más largas pero más insignificantes. Los años se transformaron en aniversarios con otros regalos, regalos de tienda y flores nunca más naturales ni tulipanes, sino girasoles, de esos felices, girasoles felices me daba él, girasoles felices, entiendes! Felices a mi!

y entonces por qué, dime, dímelo que no puedo entender nada. Entonces porqué, porqué, porqué hoy después de todo, de girasoles y regalos de mierda y hijos, hijos de mi misma, hijos que quiero, que me obligaron a querer, dime porqué volviste hoy al parque, porqué te paraste frente a mi como si necesitaras tocarme de vida o de muerte, porqué me tomaste las manos y después los brazos mientras el mundo se caía ni siquiera a pedazos sino que a millones de kilómetros por hora frente a mis ojos, porqué me miraste como cuando las cosas ya no dan más, como cuando las cosas explotan y se desbordan. Dime... por favor dime porque me obligaste, porque me hiciste mirarte a ti, a ti bastardo maldito, como me miraste hace ocho años, porqué me hiciste mirarte como cuando se mira cuando las cosas se acaban, cuando las cosas terminan de una vez por todas, si yo sé, lo sé en cada hueso y en cada articulación, en cada maldito trozo de carne de adentro que es mentira, que esto jamás se va a acabar. Que nosotros nunca nos acabaremos porque somos tú y yo y yo y tú y porqué me hiciste acercarme y darte un beso de apenas en tu boca seca por los años, por la desesperación y por mi.

Dime porqué me hiciste elegirlo de una vez por todas, tan de mentira, tan por deber, tan por sus girasoles felices de mierda, sólo porque con él no hay tristeza, no hay complicaciones, no hay felicidad ni siquiera encanto. Hay sólo piezas tranquilas, un jardín, libros en las repisas y harina para hacer el pan.
Aunque siempre hay también un poco de ti.

Magdalena y el Otoño

Entonces Magdalena se dio cuenta de que se negaba por primera vez. Se negaba a querer, se negaba a amar, a empeñar la mirada minutos interminables en momentos inadecuados, a esperar respuestas afirmativas, a anhelar abrazos, besos, a entregar su anatomía completa, repleta, al cualquiera siempre renuente que pasaba. Se negaba porque ya bastaba. Se negaba porque era suficiente de piernas fallidas por la pena, era suficiente de rostros deformados de celos terribles, de tanto sentimiento inservible, agotador. Ya era suficiente, ya no quería más.
Magdalena, por primera vez, quería sólo vivir de a poquito, de apenas. No quería la vida completa, quería lo suficiente. Magdalena renunciaba al sufrimiento. Y Magdalena también, completamente consciente de ello, renunciaba también así a su felicidad.

Jueves.

quizá después de todo, si estoy arruinada.

Gracia y Sara

No me gusta, es sólo que, cada vez que veo a Sara con su vestido azul arriba de la rodilla
me dan ganas de tomarla de la mano,
rozar su pierna pierna o

darle un beso.

cinco años después.

Magdalena creía que a veces las murallas eran demasiado vacías en esa casa. Demasiado interminables. Había puesto cientos de fotos en ellas, cientos. Pero aún seguían allí, demasiado blancas y demasiado altas; demasiado llenas de su cara reflejando en todas y cada una de las fotos lo mismo que intentaba ocultar al cubrir las paredes con ellas.

Novia Des-fugitiva.

A Magdalena siempre le va a doler que Jo no se quedara con Laurie y que Ilsa no pudiera elegir a Rick y a Casablanca. Magdalena se amarga porque ella tampoco pudo elegir a Vicente. Ella se quedó, de pie y de blanco, allí mismo, con Martín.

11 meses y 22 días

-"Pensé que eras otra persona, pensé que eras buena. Pensé que eras correcta. Pensé que eras una santa, pensé que eras una versión perfeccionada de lo que ya tenía. Pensé que les ganaba a todos, pero no le gané a nadie porque tú te regalas. Pensé que eras el gran premio, pensé que no pensabas mucho, sólo lo suficiente. Pensé que eras menos complicada, que sólo habría qué charlar de cosas fútiles. Pensé que no tenías una vida antes, que eras homofóbica, cerrada, católica y niña bien. Pensé todas esas cosas que yo creí que eras. Todas esas cosas que me gustaban."

Un año después y recién se había dado cuenta de que eso era lo que él había intentado decir ese día en esa pieza con música extraña de fondo y con olor a ron con cocacola. Eso había intentado decir él cuando le dijo que ella le había mentido. Vaya que tonta había sido al ponerse a llorar porque él no la quería. Y vaya que hijo de puta había terminado siendo él al final.


Historias de Amor

Yo siempre espero, hasta la última frase, que Santiago Nasar no muera.

Bésame Mucho.

Todo esto que nos pasó llegó demasiado lejos.

Yo suponía que hacer el amor con alguien debía ser complejo y, desde este punto de vista, simplemente mucho peor. Complejo porque mis peores decisiones siempre son con Vodka y esa noche lo tenía tan repartido por todo el cuerpo. Complejo porque, perdóname, tú no bebes nunca y esa noche habías tomado justo los últimos sorbos de mi vaso. Complejo porque, mierda, en dos días más, tú, católico hijo de puta, te vas a estar casando con la mujercita de los jeans talla 36. Ay, ¡tan complejo!, después de decirte casi sesenta y tres veces te amo, sin ninguna censura de mi parte, y por los sesenta y tres te amo que me respondiste de vuelta.

Yo imaginaba que hacer el amor con alguien debía ser complejo. Pero hacer el amor contigo fue lo más sencillo que he hecho en mi vida. Fue lo que siempre debería haber ocurrido. Fue tan sencillo como charlar cuatro horas por teléfono, como reírnos al hablar alguna cosa, como discutir porque sí.

Fue casi tan sencillo como darme cuenta de que ya era demasiado tarde para haberse percatado.


5 am

quizá sea insomnio.

4 am.

Casi siempre tengo miedo de todo. Miedo porque alguien me apunta con algo en la espalda, alguien que quiere quitarme el aire, alguien que quiere que muera. Yo lo sé. De noche es peor porque de noche está oscuro y aprovechan de asustarme. Él no puede cuidarme y la verdad es que nunca pudo, porque la gente inventada no puede cuidar de nadie. Cuando tengo mucho miedo me duelen los brazos y las piernas y pienso que quizá me voy a morir. Voy a perder 21 gramos, porque parece que es eso lo que pesa el alma, cierto? Y yo tengo alma, la tengo, lo juro por dios. Lo juro por todo lo que tengo aparte de ella. Tengo miedo, tengo tanto miedo y no entiendo como nadie se da cuenta.



Welcome, Ghosts- Explosions in the Sky
track 4.

concepción

La gente estaba como loca. Y tenía rabia.

8.8

El mundo parece que sí se está acabando...

Murallas

Cuando era chica me paraba frente a la pared y me imaginaba que besaba a alguien, a nadie. Cuando besé a Marcos me saltó el corazón, y con Sebastian, Vicente y Pancho se me tensaba la pierna derecha. cuando Elena me besaba, me daban escalofríos en la espalda. Pero con Diego... con Diego cerré los ojos y de repente mi pared tuvo boca y cuerpo por primera vez.



(Diego sabía a arroz con leche).

Gracia.






A veces estoy tan cansada.







15 años después.

Mi mamá se pudre en la cama, aún. A mi me da pena verla, me da pena de hija. A veces la siento en una silla y le peino el cabello, la lavo por partes con el pañito que ella usaba para bañarme a veces, cuando era chica. Yo sé que no me quiere, porque a veces me mira como disculpándose. Pero yo la quiero. Yo la acuesto y le toco Claro de Luna en la noche. A veces llora. Porque Claro de Luna es la canción que mi papá le tocaba cuando ella amaba y era feliz. Cuando la vida era suya. Cuando mi papá todavía no le deshacía el corazón, cuando aún la quería y no la había abandonado dejándole 10 millones de pesos y un papelito.


[que decía "Me Voy".]

Marina.

Hay días tan blancos que el cuerpo se me funde con las sábanas y no puedo levantarme. El techo sigue ahí, arrimando demasiado calor, sopor, justo fuera de mi ventana. El piso está sucio, el baño, no hay algo que se pueda comer y Marina no se ha bañado. No ha tenido un beso de buenos días ni de buenas noches, ni un poco de algún amor que soy incapaz de crear.

¿De dónde sacar mi amor?

¿De mi piel escamosa por los días en cama? ¿De mis interiores completos de mierda? Quizá de mi alma, rota y cochina, quebrada por el peso inmenso de una vida de mierda que se me acumula bajo las uñas. Los pies que me pesan tanto se me vuelven ligeros fuera de esta habitación y este hogar fundado sobre arena, arena de la mala, arena de la misma que estoy hecha yo. Y mi pobre hija, pobre! Pobrecita llorando fuera de mi puerta, maldita, que se vaya porque yo, yo no la quiero.

-Marina VETE!

Pero Marina no se va. Porque Marina es mi hija. Y en veinte o treinta o cuarenta años seré La señora que le hizo la vida una mierda y tendrá depresión y a su hija, que llevará mi nombre como una cruz, no la querrá. Porque la vida es una y la vida es SUCIA y la vida no dejará que huya nunca, ni de su madre, ni de su pasado, porque yo tampoco me iré jamás. Seguiré en esta pieza, junto a la ventana que da al techo, el techo que junta calor, mientras la calle se vacía de niños y de madres y de ruido y deja la noche. Y la noche se acabará siempre, acabará para dejarme un día más, otro maldito y lerdo día más en el que los pies me pesen, no pueda levantarme, Marina llore de costras de polvo y hambre y yo llore por no saber como quererla, ni un poco, ni un sólo poquito.

Las Nubes.

Estaban todos acostados sobre el pasto demasiado verde manzana en ese cerro muy alto del que nadie sabía el nombre. Estaban ella y María y Gonzalo y Fabián. Gonzalo fue el primero en hablar, dijo algo sobre una nube asomando por el otro cerro y algo sobre que tenía forma de perro dobermann (ella no tenía idea como eran los famosos dobermann). María y él empezaron a buscar formas, pero ella se quedó callada. "No ves nada?", le preguntó Fabián, girando la cabeza para mirarla. No, respondió. No quería parecer aburrida, pero Fabián le gustaba y no podía decirle que en realidad miraba el cielo y que todas las nubes que veía se le presentaban irremediablemente con forma de pene. No.

Fabián miró hacia arriba.

-Yo veo puros
picos-dijo.

Y entonces, muy rápido, la miró, le sonrió y se inclinó para darle un beso.

Él.

Te quiero, con todas las letras que tiene y no tiene aquella palabra. Te quiero de manera infinita y vasta, amplia, árida, húmeda, amarilla, quizá de todos los colores. Te quiero desde hace tanto tiempo que ya se me hace eterno porque nadie debería quererte tanto, menos a ti. Y perdóname la franqueza de decir que no hay día de todos estos años en que tú no estés ahí, siempre ahí, para mejor o peor.
No lo entiendo. De veras que no. Y no sé qué es lo más terrible, no sé si verte siempre o no verte nunca más. No sé que es más triste, si haber creído querer a tantos como te quise a ti, o admitir la mentira hoy. Eres todo el dolor, todo el dolor en mi cuerpo. Eres los ojos que vi en él, la boca en otro, las pestañas de ese. La forma de cara, las manos. Para qué negarlo? Me vuelvo cada vez más ineficaz en ello. Y me asusta, me asusta la vida entera de esta forma. Y si no hay nadie que aparezca? Nadie que te borre, por fin? Tiene que haber alguien con otras formas, alguien, por Dios, porque soy capaz de implorarle a Dios y a todos con tal de que esto se acabe por fin. Porque pareciera que ni siquiera quiero sacarte, ni siquiera. Pero ya basta, por favor, ya basta. Lo ruego, lo ruego, lo imploro, con todas mis fuerzas. Porque tan imposible como Ashley eres igual de tortuoso que Heathcliff y tan doloroso como Rick. Excepto que nosotros nunca tuvimos a París y jamás la podremos tener. Y eso es lo que pesa, que jamás es demasiado tiempo y yo autoimpuse la promesa, yo te lo dije, yo lo escribí. "Te voy a querer para siempre. Adios."

Indolente.

La rabia tiene lugares también en el paladar.