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A veces, cuando me despreocupo y me entusiasmo, pasan una serie de imágenes por mi cabeza: casas con jardines interminables, jugos de naranja recién hechos, niños corriendo, una mesa llena de comida, una biblioteca gigante, muchos árboles, un perro de esos grandes, mucho tiempo, dientes de sol creciendo libres y paseos de la mano por el resto de alguna vida.
Luego logro espabilar.
Te miro.
Y empiezo a despedirme.