vulnerabilidad.

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Quería decirte algo de veras, pero las costumbres de mi lengua me lo impedían. Quería decirte algo que significara.
Algo que recordaras para siempre.
O quizá hacer algo que nos quebrara definitivamente, porque el silencio estaba cargado de las 4 am, de ese cerro inalcanzable, de frío, de las ganas que teníamos de ser felices. Probablemente mis ganas más que las tuyas.
Quería probar algo distinto, para variar. Algo que me pudiera recomponer, por fin.
Y entonces te dije "Te amo".

Y tú me miraste, muy sabio como siempre. Con los ojos cansados. Me recorriste el rostro con una mano y después apoyaste ambas en el volante, luego de prender el auto, comenzando a salir de aquel lugar. Abriste la boca, sin mirarme.
"No, no lo haces".

Rutinas.




Hay una sencillez difícil de alcanzar en las auténticas rutinas,
una sencillez que va más allá de lo monótono:
es el tipo de sencillez que nos salva día a día la vida.