Ese

Te quiero, no te quiero, te quiero, no te qiero, te quiero, no te quiero, ¿te quiero?, ¡no te quiero!, ¡Te Quiero!, ¿No te quiero?

no. ya no te quiero.

Sadly ever after

No sé que nos pasó, éramos felices. Comprábamos girasoles los sábados en los leones con av. 11 de septiembre y el pan caliente en la panadería de la señora Liliana.
Creo que sólo discutiamos por las películas que íbamos a arrendar los martes. A ti te gustaba jurassic park y yo siempre quería ver lo que el viento se llevó.

quizá era que a ti te gustaba siempre Mely. Y a mi nunca me gustó Ashley, siempre preferí a Reth.


El parque

Me acuerdo que me paré frente a ti ese día en el parque y entonces ya no pude aguantar más. Era tanta la necesidad de tocarte aunque fuese la mano que dolía. Y te las tomé, y te tomé por los brazos también. Y aunque no era capaz de decir nada, porque no me salía ni una sóla puta palabra de la boca, te miré como se mira cuando las cosas simplemente explotan, se desbordan y son incapaces de permanecer como antes. Y no sé como entendiste, no sé como lo hiciste. Me miraste y me miraste como se mira cuando las cosas se acaban, como cuando se sabe que no hay nada más o nada menos, que sólo queda nada.
Y te acercaste y me diste un beso apenas.

No sé como te fuiste ese día, no sé como comencé yo de nuevo ese día. Pero fueron años. Y yo descompuesta, totalmente estropeada, basureada en el suelo sin querer dar ni un sólo paso más en la vida, aún así, avancé. Te corrí, te moví, te escondí de todas partes. El parque se transformó para los niños, las calles para caminar con otra mano, con otro pelo, otras conversaciones, más largas pero más insignificantes. Los años se transformaron en aniversarios con otros regalos, regalos de tienda y flores nunca más naturales ni tulipanes, sino girasoles, de esos felices, girasoles felices me daba él, girasoles felices, entiendes! Felices a mi!

y entonces por qué, dime, dímelo que no puedo entender nada. Entonces porqué, porqué, porqué hoy después de todo, de girasoles y regalos de mierda y hijos, hijos de mi misma, hijos que quiero, que me obligaron a querer, dime porqué volviste hoy al parque, porqué te paraste frente a mi como si necesitaras tocarme de vida o de muerte, porqué me tomaste las manos y después los brazos mientras el mundo se caía ni siquiera a pedazos sino que a millones de kilómetros por hora frente a mis ojos, porqué me miraste como cuando las cosas ya no dan más, como cuando las cosas explotan y se desbordan. Dime... por favor dime porque me obligaste, porque me hiciste mirarte a ti, a ti bastardo maldito, como me miraste hace ocho años, porqué me hiciste mirarte como cuando se mira cuando las cosas se acaban, cuando las cosas terminan de una vez por todas, si yo sé, lo sé en cada hueso y en cada articulación, en cada maldito trozo de carne de adentro que es mentira, que esto jamás se va a acabar. Que nosotros nunca nos acabaremos porque somos tú y yo y yo y tú y porqué me hiciste acercarme y darte un beso de apenas en tu boca seca por los años, por la desesperación y por mi.

Dime porqué me hiciste elegirlo de una vez por todas, tan de mentira, tan por deber, tan por sus girasoles felices de mierda, sólo porque con él no hay tristeza, no hay complicaciones, no hay felicidad ni siquiera encanto. Hay sólo piezas tranquilas, un jardín, libros en las repisas y harina para hacer el pan.
Aunque siempre hay también un poco de ti.

Magdalena y el Otoño

Entonces Magdalena se dio cuenta de que se negaba por primera vez. Se negaba a querer, se negaba a amar, a empeñar la mirada minutos interminables en momentos inadecuados, a esperar respuestas afirmativas, a anhelar abrazos, besos, a entregar su anatomía completa, repleta, al cualquiera siempre renuente que pasaba. Se negaba porque ya bastaba. Se negaba porque era suficiente de piernas fallidas por la pena, era suficiente de rostros deformados de celos terribles, de tanto sentimiento inservible, agotador. Ya era suficiente, ya no quería más.
Magdalena, por primera vez, quería sólo vivir de a poquito, de apenas. No quería la vida completa, quería lo suficiente. Magdalena renunciaba al sufrimiento. Y Magdalena también, completamente consciente de ello, renunciaba también así a su felicidad.

Jueves.

quizá después de todo, si estoy arruinada.