Unconfortably numb

Fuimos tres.
Fue la rabia. Sólo la rabia, creo. Estábamos al lado de una reja con los lienzos en la mano, gritando a todo chancho mientras nos mojaba el guanaco. Gritábamos. Gritábamos porque mi colegio de mierda no me entregó nada, porque no me gané la bicentenario y no pude entrar a la u, gritamos porque el año pasado nos habían asaltado cinco veces, porque pagaba todos los días el puto pasaje de la micro y justo el día en el que se me olvidó cargar la bip, se subió un inspector y me cobró un parte por cincuenta lucas. Mi sueldo es de 150 lucas.

Entonces cuando salió la rubia sonriendo, descarada, gritando que éramos unos resentidos, que eramos flojos, que no sabíamos nada y que siempre, por siempre y para siempre seríamos pobres y cochinos dejé de pensar. Dejé de pensar en las cuatro horas diarias pegada a gente igual que yo, sin ningún espacio personal, en el hambre, en los libros piratas que eran los únicos que podía comprar, en la vez que me rompí un brazo y tuve que esperar horas a que me atendiera un doctor. Dejé de pensar y el cuerpo se me movió solo.

La agarramos entre varios. Los pacos intentaron separarnos, pero ya era muy tarde, teníamos otro tipo de fuerza. Fueron golpes, patadas y combos y tironeos de pelo y todo lo que se podía machacar de cualquier forma fue machacado.

Ella dejó de gritar después de unos minutos.

Sólo paramos cuando todo el mundo se hubo quedado en silencio.

Te recuerdo, Amanda.

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Compraste una cajetilla y me diste tres puchos. "Para el fin de semana", me dijiste.
Caminamos compartiendo uno de los tuyos mientras el vaho se confundía con el humo. A las dos nos gustaba eso, mas que mal, era sólo por él que habíamos empezado a fumar. Antes jurábamos que nos hacía ver misteriosas, luego sólo nos gustaba verlo girar en el aire.

-Extraño los lucky click.
-Los pall mall no están tan mal-le respondí- los negros salvan.
Asentiste, medio de acuerdo.

Pasamos al lado del negocio de la señora adicta a los juegos de máquinas y nos detuvimos un rato al lado de la casa que siempre olía a popurrí. Siempre nos había gustado ese olor dulce. El olor parecía aún más intenso en el frío, así que nos quedamos más rato de lo normal.

Ibamos caminando tranquilas hasta que escuchamos una voz a nuestra espalda. No entendí muy bien que decía, pero si capté la cara y luego el cuchillo que tenía en la mano.

Saqué unas monedas que tenía, la Dani hizo lo mismo. No teníamos más, pero al parecer no era suficiente. Se acercó a mi e iba a revisarme los bolsillos pero entonces vi el pie de la Dani saliendo se la nada y yéndose a estrellar contra su cabeza.

Nos miramos una microdésima de segundo. Luego la tomé de la mano y salimos corriendo. 

Nunca habíamos corrido tanto en toda la vida y por cada metro que avanzábamos maldecía cada cigarro alguna vez fumado. Los pulmones me ardían del esfuerzo, pero estábamos demasiado preocupadas como para parar. Doblamos por unas esquinas, por otras y al final de lo que pareció una eternidad llegamos a su casa. 

-Abre luego-le dije.
Entonces metió su mano al bolsillo. Puso una cara extraña.

-Se te cayó la cajetilla-dije, alarmada. Alarmada y tonta.
-Si-respondió-. Pero...

Sacó la mano llena de sangre.
La miré con los ojos muy abiertos. Justo después se cayó al suelo.


algunas cosas terribles

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Ahora la pena en vez de vivirse en la casa, en el frío y en las ventanas, como siempre, se pasa en la carretera, a 110 por hora, con ganas de llorar aguantadas ante el riesgo de perder visibilidad y chocar y morir. 

Hace 10 minutos que salí de tu casa.

La comida me pesa todavía, pero lo insoportable es toda la tarde que llevo a cuestas. Lo de mujer libre, liberada y libertina se lo creerá cualquiera, incluso yo con unos copetes de más, pero de realidad no tiene nada. Y la libertad comenzó a pesarme. Porque lo sabes.
Porque sabes que yo sé que lo sabes.

Porque nos miramos y después me sirves unos duraznos con crema, nos sentamos en el sillón y vemos cualquier tontera, me abrazas pero no lo soportas mucho tiempo y luego me alejas. Y entonces yo me alejo. 

Así que... así es la cosa.
Y entonces esto se acaba así, de a poco, de a muy poco, en la forma más devastadora posible.


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