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Ahora la pena en vez de vivirse en la casa, en el frío y en las ventanas, como siempre, se pasa en la carretera, a 110 por hora, con ganas de llorar aguantadas ante el riesgo de perder visibilidad y chocar y morir.
Hace 10 minutos que salí de tu casa.
La comida me pesa todavía, pero lo insoportable es toda la tarde que llevo a cuestas. Lo de mujer libre, liberada y libertina se lo creerá cualquiera, incluso yo con unos copetes de más, pero de realidad no tiene nada. Y la libertad comenzó a pesarme. Porque lo sabes.
Porque sabes que yo sé que lo sabes.
Porque nos miramos y después me sirves unos duraznos con crema, nos sentamos en el sillón y vemos cualquier tontera, me abrazas pero no lo soportas mucho tiempo y luego me alejas. Y entonces yo me alejo.
Así que... así es la cosa.
Y entonces esto se acaba así, de a poco, de a muy poco, en la forma más devastadora posible.
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