Un Pacto para Vivir II

Invité a este tipo a un concierto y mientras caminábamos, adelante había dos locas hablando de cosas y entonces una se puso a cantar. Por un rato no pesqué lo que decía, porque estábamos caminando en ascenso y estaba más preocupada de maldecir la cajetilla que me había fumado antes, pero en un momento el camino se aplanó y entonces empecé a escuchar que cantaba Un Pacto y se me revolvió la guata, porque esa es la canción que tú cantas y uno siente que estas cosas son señales divinas que en verdad no quieren decir ni una weá.
Después de un rato me olvidé del asunto, le di uno y muchos besos más al otro tipo, que besaba impactántemente bien, lo que fue a la vez revelador y triste.
Como todas las cosas que han ocurrido desde que terminamos.

Un Pacto para vivir I

Echo de menos las onces, las tardes en la terraza, las explicaciones económicas de tu papá, las ensaladas de tu mamá, la sobremesa eterna de las tardes o de la once, la mesita de centro, tu baño en el que siempre me quedaba encerrada, extraño tu sillón y las miles de siestas que dormí en él, extraño tu piano, la perspectiva de escucharte, extraño tu pieza, los dos acostados en la cama, siendo felices, tu ventilador. Te extraño de tantas formas distintas, extraño quererte.
Las cosas se vuelven menos devastadoras pero más definitivas.