Re-offender


Me acerco sólo lo necesario para que me sienta demasiado cerca pero nadie note nada fuera de lo común.
Observo sus ganas de acercarse más, las ganas de hacer algo con sus manos a mi alrededor. Sonrío como si no tuviese idea de lo que está pasando. Levantas la mano y apenas apartas un poco un mechón que cae hacia delante.
Me alejo.
Me sigue.

Warwick Avenue



Todos los días lejos son un día mejor. No verte significa muchas cosas y una de las mejores es que por fin puedo descansar del cansancio de quererte, del cansancio y del esfuerzo porque no lo supieras tanto, demasiado.

Es más fácil así intentar no quererte. Es más fácil imaginarte siendo más feliz y más como tú y ella cuando es a la distancia. Es más fácil pensar en otras cosas cuando no estás en todos los segundos, aunque en el fondo si sea así.

Quizá ni siquiera te quiera como te quería. Es muy probable que estos sean sólo retazos, pedazos de las cosas de ti que habían en mi. Y que vuelven con algún caracter que agregas, con cada punto, paréntesis, letra en la que yo no estoy. Y no... No. No tengo ni una esperanza de nada. No tengo ninguna escena manipulada y manoseada que pueda seguir repitiendo para sentirme mejor. No puedo esperar nada de ti, no lo hago, yo renuncié. Yo renuncié a quererte unidireccionalmente. Renuncié a ser personaje secundario, porque me rehúso a quedarme con esta historia. Si me hubieses conocido sólo un poco, sólo en alguna parte, hubieses visto que mi cariño tampoco se comparte. No tiene garantía porque no es objeto. No es uso y devuelta.


No. Yo ya no sé si te quiero o no te quiero. Lo que sé es que me duele tanta palabra derramada en vano. Porque yo sé, yo si sé que fue en vano. Tiempo derrochado, tiempo comprado a crédito. Fue error, fue lo-que-nunca-debiste-haber-hecho. Tú lo sabes, desde siempre.

Pero, ahora, yo también lo sé. 


Dolor

.

Es el cuerpo el que lo entiende,
mucho antes que nosotros.


.


No alarms [and no surprises]

Despierto.
Veo el reloj, son las una.
Me levanto.
Abro las cortinas, abro la ventana. Voy a la cocina, le abro la puerta al perro. Le doy comida al perro. Prendo el hervidor, me hago un café.
Enciendo la tele.

Me quedo mirando la ventana.


De repente, ya es de noche.

.

Lucky

Hay un síntoma que se llama "muerte inminente".
["impending doom"].

Se supone que ocurre en esos momentos en que sientes mucho dolor o en los que te falta el aire. El asunto es que la gente siente que se muere.


Bueno, se siente también en días como este.

Gente.

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Lo bonito de Daniel era que, incluso en los peores momentos, como los lunes por la mañana, la gente del metro en hora pick, el desorden acumulado en su pieza después de llegar del trabajo e incluso en los momentos en el que la ensalada de su almuerzo incluía betarraga o en los que se sentía muy solo, incluso en todos esos momentos, nunca, de verdad nunca dejaba de intentar ser al menos un poquito feliz.


Medianoche.

.
A veces podía soportarlo. Y sonreír, ser feliz, caminar.
Pero otras veces, sobretodo en la cama mientras él la miraba de esa forma tan íntima y en los besos especialmente largos, sentía esa pena tan extraña e irritable que por un momento la vida se le caía alrededor. Y pensaba en él y en la alegría.
Y le tomaba las manos, imaginando que las que la sostenían eran un poco más grandes.

What a cliché.

Y entonces todo estuvo muy claro.
Me desperté al mediodía.
Tomé el teléfono, incluso antes de tomar desayuno.
Pedí una hora.
Pasó una semana y ese día me levanté temprano. Llegué quince minutos antes.

Me echó un vistazo, le conté un poquito. Escribió algo en un papel y casi le creí la mirada de preocupación que me echó.

En el papel que me pasó, pude leer "fluoxetina".

Lo tomé en la noche.
Y al otro día,

La Felicidad.


Such a Rush

.
-La revolución?.
Te miro con los brazos caídos. No lloro, pero si dependiera de mi...
Estaría gritando. En el piso.

No nos queda nada, ni siquiera eso. La maldita revolución.
-Peliemos-me dices.
Pero tu nunca has dado doble fondos a las cosas. Entonces no sé si me lo dices por todo o por nosotros. No, no lo dices por ambos, eso lo sé, al menos.
Así que me trago cualquier cosa que sienta, porque no sirve.
Y te respondo.
-Peliemos.
.




así no más


Me da vergüenza escribir mal.
Pero más vergüenza me da no decir nada,
no pensar nada y
sobre todo,
no intentarlo.

[el tiempo] Pasa

Me acuerdo de finales de Julio.
Me acuerdo de creerte todo lo que me decías, hasta los insultos.
Me acuerdo que irme de ese lugar se sentía como arrastrarse en el suelo, como si el cuerpo no fuera cuerpo, como si caminar fuese imposible. Me acuerdo que cuando me subí a la micro prendí la música y sonó una canción horrible, que me lloré toda la avenida macul y toda la avenida la florida y ni siquiera me dio vergüenza.

Te vi hoy día.

No sentí nada.

I Ran Away

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Éramos muy felices, realmente felices. Pero un día supe que habíamos llegado a un límite. Que las cosas sólo iban a comenzar a ir en picada, que nos íbamos a empezar a aburrir, que después comenzaría el resentimiento. Nos terminaríamos odiando, porque no había otro camino posible.
Entonces nos hice inmortales.
.

Su gato me ha hecho lo mismo cinco veces.

Como el gato de sus vecinos siempre se metía a su pieza en la noche y se acostaba en su cama hasta que subía para dormir, sólo para llevarse un susto de aquellos, un día se aburrió, salió de su casa, saltó la reja de sus vecinos, abrió la ventana de su habitación y se acostó allí usando una máscara con forma de gato hasta que llegaron. Se pusieron a gritar como histéricos, mientras ella se escapaba aprovechando el escándalo. Les dejó una nota, claro.

The Scientist

.

Algún día va a llegar este día.



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Pesadilla

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Ni siquiera yo sabía que te amaba tanto.
Lo supe cuando desperté al lado tuyo.
Estabas ahí.
Y el dolor también.


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Luminous

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A veces, cuando me despreocupo y me entusiasmo, pasan una serie de imágenes por mi cabeza: casas con jardines interminables, jugos de naranja recién hechos, niños corriendo, una mesa llena de comida, una biblioteca gigante, muchos árboles, un perro de esos grandes, mucho tiempo, dientes de sol creciendo libres y paseos de la mano por el resto de alguna vida.


Luego logro espabilar.
Te miro.


Y empiezo a despedirme.



About Today

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Podríamos perdernos muy rápido.
Pero te encuentro.
una
y
otra
vez.
.

Little Faith

Nos comimos un chocman a medias.
Me dejaste sacar a mi en ves de darme tú.
Te amo.

Sorrow

Estaba caminando.
No llovió hoy día, nunca llueve los 21 de junio. No sé porqué.

Paso al lado del cine que derrumbaron, al lado del local de comida sanita donde siempre te gustaba ir. Extraño el jugo de frambuesa que nos tomábamos en el sushi de manuel montt.

Llego a la cruz verde. Al lado está el mcdonald y más allá elkika. Nos comimos un churrasco una vez ahí. Se me cayó todo, manché con palta mi polera favorita y a pesar de todo fue un buen día.

Es invierno. Y de nuevo se me olvidó que era el cumpleaños de mi mamá.
Pienso en los prisioneros y me siento inmensamente ridícula, porque estoy a punto de llorar.

Te extraño.

bloodbuzz ohio

A penas se atreve a mirarme.
Me sonríe y yo le sonrío, porque eso no tiene nada de malo. Todavía no.
Pasa a mi lado y pone su mano en mi codo.
Fuck.


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Unconfortably numb

Fuimos tres.
Fue la rabia. Sólo la rabia, creo. Estábamos al lado de una reja con los lienzos en la mano, gritando a todo chancho mientras nos mojaba el guanaco. Gritábamos. Gritábamos porque mi colegio de mierda no me entregó nada, porque no me gané la bicentenario y no pude entrar a la u, gritamos porque el año pasado nos habían asaltado cinco veces, porque pagaba todos los días el puto pasaje de la micro y justo el día en el que se me olvidó cargar la bip, se subió un inspector y me cobró un parte por cincuenta lucas. Mi sueldo es de 150 lucas.

Entonces cuando salió la rubia sonriendo, descarada, gritando que éramos unos resentidos, que eramos flojos, que no sabíamos nada y que siempre, por siempre y para siempre seríamos pobres y cochinos dejé de pensar. Dejé de pensar en las cuatro horas diarias pegada a gente igual que yo, sin ningún espacio personal, en el hambre, en los libros piratas que eran los únicos que podía comprar, en la vez que me rompí un brazo y tuve que esperar horas a que me atendiera un doctor. Dejé de pensar y el cuerpo se me movió solo.

La agarramos entre varios. Los pacos intentaron separarnos, pero ya era muy tarde, teníamos otro tipo de fuerza. Fueron golpes, patadas y combos y tironeos de pelo y todo lo que se podía machacar de cualquier forma fue machacado.

Ella dejó de gritar después de unos minutos.

Sólo paramos cuando todo el mundo se hubo quedado en silencio.

Te recuerdo, Amanda.

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Compraste una cajetilla y me diste tres puchos. "Para el fin de semana", me dijiste.
Caminamos compartiendo uno de los tuyos mientras el vaho se confundía con el humo. A las dos nos gustaba eso, mas que mal, era sólo por él que habíamos empezado a fumar. Antes jurábamos que nos hacía ver misteriosas, luego sólo nos gustaba verlo girar en el aire.

-Extraño los lucky click.
-Los pall mall no están tan mal-le respondí- los negros salvan.
Asentiste, medio de acuerdo.

Pasamos al lado del negocio de la señora adicta a los juegos de máquinas y nos detuvimos un rato al lado de la casa que siempre olía a popurrí. Siempre nos había gustado ese olor dulce. El olor parecía aún más intenso en el frío, así que nos quedamos más rato de lo normal.

Ibamos caminando tranquilas hasta que escuchamos una voz a nuestra espalda. No entendí muy bien que decía, pero si capté la cara y luego el cuchillo que tenía en la mano.

Saqué unas monedas que tenía, la Dani hizo lo mismo. No teníamos más, pero al parecer no era suficiente. Se acercó a mi e iba a revisarme los bolsillos pero entonces vi el pie de la Dani saliendo se la nada y yéndose a estrellar contra su cabeza.

Nos miramos una microdésima de segundo. Luego la tomé de la mano y salimos corriendo. 

Nunca habíamos corrido tanto en toda la vida y por cada metro que avanzábamos maldecía cada cigarro alguna vez fumado. Los pulmones me ardían del esfuerzo, pero estábamos demasiado preocupadas como para parar. Doblamos por unas esquinas, por otras y al final de lo que pareció una eternidad llegamos a su casa. 

-Abre luego-le dije.
Entonces metió su mano al bolsillo. Puso una cara extraña.

-Se te cayó la cajetilla-dije, alarmada. Alarmada y tonta.
-Si-respondió-. Pero...

Sacó la mano llena de sangre.
La miré con los ojos muy abiertos. Justo después se cayó al suelo.


algunas cosas terribles

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Ahora la pena en vez de vivirse en la casa, en el frío y en las ventanas, como siempre, se pasa en la carretera, a 110 por hora, con ganas de llorar aguantadas ante el riesgo de perder visibilidad y chocar y morir. 

Hace 10 minutos que salí de tu casa.

La comida me pesa todavía, pero lo insoportable es toda la tarde que llevo a cuestas. Lo de mujer libre, liberada y libertina se lo creerá cualquiera, incluso yo con unos copetes de más, pero de realidad no tiene nada. Y la libertad comenzó a pesarme. Porque lo sabes.
Porque sabes que yo sé que lo sabes.

Porque nos miramos y después me sirves unos duraznos con crema, nos sentamos en el sillón y vemos cualquier tontera, me abrazas pero no lo soportas mucho tiempo y luego me alejas. Y entonces yo me alejo. 

Así que... así es la cosa.
Y entonces esto se acaba así, de a poco, de a muy poco, en la forma más devastadora posible.


.

Delicate

.


Iba atrasada.
No solía llegar tarde a nada, pero fue uno de "esos" días. La ropa, el agua tardándose algo más de lo normal en calentarse, las llaves del auto perdidas, la licencia en algún lugar y un par de cosas más. Incluso las entradas se le quedaron: perdió media hora en volver a buscarlas.

Iba sola, como siempre. Matias había querido acompañarla, pero le dijo que aunque él fuese, no compraría un boleto que estuviese remotamente cerca de él. Odiaba ir acompañada a los conciertos. Quizá odiar fuese un poco fuerte, después de todo. Pero se sentía más cómoda sola.

Estuvo casi veinte minutos buscando un estacionamiento. Cuando por fin cruzó las puertas, el concierto ya había partido. Lloró la mayor parte del tiempo. Ni siquiera pudo cantar, más que mal casi todas las canciones de Damien Rice le recordaban a él. Había pasado mucho tiempo, pero también era la primera vez desde que ya no estaban juntos que lo escuchaba.
Tal como lo había predicho hacía muchísimo tiempo una de sus canciones, había encontrado a alguien nuevo y las cosas habían comenzado a ir mejor. Tenía treinta y tantos, debía comenzar a sentar cabeza y Matias parecía un buen tipo como para intentar algo al respecto. Él la quería. Le había dado las llaves de su apartamento hacía un tiempo y allí mismo, accidentalmente, había encontrado un anillo entre sus cosas.
Quizá debiera decir que si. Aunque el sólo pensarlo hacía que se encogiera entera.

Cuando empezó a sonar Delicate supo que no había sido una buena idea ir, después de todo. Sintió una presión en el pecho, le costó respirar. Buscó en su bolso, pero no pudo encontrar su celular para poder llamar a Matias.

Logró llegar a las puertas y salió como pudo. Apoyó sus manos en sus rodillas cuando estuvo al aire libre e intentó recuperar la respiración pero le estaba costando trabajo. Cuánto tiempo había pasado? Años, sólo sabía que habían sido años. Ahora no parecía haber sido lo mejor, pero había sido lo correcto, después de todo. Ninguno de los dos había querido arriesgar demasiado, ni renunciar demasiado. No se arrepentía, pero aún así seguía doliendo.

Logró tranquilizarse. Se incorporó intentando recobrar un poco la compostura. Y lo vio.

-Sabía que estarías aquí-musitó el hombre de pie frente a ella.




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Días de mierda

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Corrió hacia las puertas pero cuando estaba a punto de entrar, se cerraron en su cara.
Típico.
Enrabiada, fue hacia los asientos para descansar un poco sus pies de los tacos que la estaban matando pero cuando estaba llegando, una señora tomó el único que quedaba libre. La miró con ese odio que sólo se puede llegar a tener en el Metro, donde usualmente perdía toda su fe en el ser humano, pero la mujer ni se inmutó.

Suspiró, cansada y se apoyó en la pared del andén.

Pasó la línea verde.
Cinco minutos más.
Llegó la linea roja.

Se arrastró hacia el último vagón en un desesperado intento de poder aguantar el viaje sin comenzar a maldecir a medio mundo o peor, ponerse a llorar como las histéricas, lo que era tan probable a esa hora.

Mientras el tren se acercaba, divisó un asiento libre y los ojos le brillaron de pura esperanza. Pero entonces se abrieron las puertas del metro y vio a Miguel abrazando a la mujer que iba a su lado y no pudo moverse. Se quedó allí, congelada, mientras las señoras pasaban a su lado y la insultaban por estar allí quieta y la golpeaban con sus bolsas y las puertas se cerraban, mientras Miguel, al frente de ella la miraba sorprendido, siendo arrastrado por la mujer a su lado hacia el único asiento libre que quedaba del último vagón.


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agotada.

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Y entonces, como una revelación divina, supo que hacer.
Primero le gritó a la gente del metro.
Después le gritó a los guardias del metro.
Luego gritoneó también al chofer del metro.

Se demoró dos horas y 37 minutos en llegar al trabajo,
pero valió la pena.


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preocupaciones.

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Los sábados en la mañana siempre eran de Carolina.
Sagradamente se levantaba a las nueve sin importar el sueño, iba a la pieza, la despertaba, la llevaba al baño para que se duchara, iba a la cocina, le preparaba el desayuno mientras ella se alistaba y entonces ella bajaba y se tomaban un jugo de naranja con dos tostadas con palta.

Cuando estaban a mas o menos 50 metros del parque entonces Carolina corría hacia los juegos un poco desesperadamente. Era en ese momento en que sentía la culpabilidad de madre ausente, seguida por la racionalización que le indicaba que si no trabajara tanto como lo hacía no podrían llevar la vida que llevaban y ella sería profundamente infeliz, lo que redundaría en los mammy issues a futuro de su hija. Sabía que Carolina probablemente tendría que ir a un sicólogo cuando fuera más grande, la meta era que no tuviese que ir a un psiquiatra.

Entonces, Carolina corría a los juegos, ella pensaba todo lo que pensaba y luego casi sonreía al verla parecer tan libre, sensación que tenía sólo al ver a niños corriendo. Caminaba más pausadamente e iba hacia el banco azul oscuro que se encontraba a la distancia perfecta para no perder de vista a la niña y para no estar tan cerca y cohibirla.

Todos los sábados a las 10.05 minutos se sentaba, abría la cartera, sacaba un cigarro y lo fumaba despacio.

Después, leía un libro, sin disfrutarlo realmente.

Al menos una vez al mes pensaba en lo bonito que era, a pesar de todo, tener un hijo.

Y al menos una vez al día no podía evitar sentir la desesperación de salir corriendo de ese parque, de esa banca, de las 10.05, del jugo de naranja, de las tostadas con palta, de los sábados a las nueve y sobre todo, de Carolina.


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Meow.

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Algunos dicen que son gente extraña.
Yo simplemente pienso que son gatos muy originales.




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escena 4.

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Vicente está dormido.
Se da vuelta y como si fuese algo que se repite desde hace siglos, me envuelve con un brazo y lo escucho soltar un suspiro.

Logro pensar en que es lo más cursi que he vivido.
Pero por primera vez, no lo despierto para que se vaya.


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escena 3.

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Camila me mira desde el frente.
Me carga que me mire con esa cara de saber todo lo que pasa.
De controlar todo lo que pasa.
De tener la certeza de poder predecir todo lo que va a pasar.

Entonces, intento ignorarla.

Entonces, siento sus pies entre mis piernas y la maldigo una vez más.


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escena 2.

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Cristina mete rápidamente las llaves al cerrojo y entra corriendo a la casa.
Sube las escaleras, abre el cajón, saca los cigarros y baja de nuevo corriendo.
Toma el cenicero, toma los fósforos.

Cuando toma la primera bocanada siempre cierra primero los ojos.


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escena 1.

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Amanda sonríe.
Toma la cuchara y saca otro poco del puré frente a ella.
Se lo echa a la boca y traga muy lento, porque sabe que mientras más se demore, menos ganas de llorar va a tener.


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h&f

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Déjenme la pena tranquila,
déjenme llorarla con ganas.

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No-creer otra vez

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El vestido, el maquillaje, el peinado, las llaves, la música, los bebestibles, el hielo, los vasos.

Estaba a punto de salir, pero no pudo avanzar más allá de la puerta.


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