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Éramos muy felices, realmente felices. Pero un día supe que habíamos llegado a un límite. Que las cosas sólo iban a comenzar a ir en picada, que nos íbamos a empezar a aburrir, que después comenzaría el resentimiento. Nos terminaríamos odiando, porque no había otro camino posible.
Entonces nos hice inmortales.
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