Me desperté al mediodía.
Tomé el teléfono, incluso antes de tomar desayuno.
Pedí una hora.
Pasó una semana y ese día me levanté temprano. Llegué quince minutos antes.
Me echó un vistazo, le conté un poquito. Escribió algo en un papel y casi le creí la mirada de preocupación que me echó.
En el papel que me pasó, pude leer "fluoxetina".
Lo tomé en la noche.
Y al otro día,
La Felicidad.
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