Que quede en Familia.

Ese día 27 de septiembre Frank Sinatra cantaba I wish you love en formato mp3 y ella llegaba a su casa a las seis de la tarde con el aire en las manos, el rostro en el suelo y su pecho en partes pequeñas por todo el camino. Manuel ya no la quería, pero eso ella ya lo sabía hacía tiempo. El problema era que Manuel ahora quería a Francisca y Francisca lo quería a él.
El problema era que Francisca solía ser desde hace 25 años su hermana.

Yo, Tú, Ella (part. II)

Que dolor cada vez que sé que aquí el te quiero sólo lo digo yo, que dolor cada vez que las ausencias no me dejan más evidencia que el olor de ella en tu ropa, tus manos mías, tu todo y más. Que dolor, que no soporto, que me diluye en agua impura, de la misma que te asqueaste. Que dolor arrastrarme en cada paso tuyo, en cada palabra tuya, que dolor todo y tú, ahí, enfrente, sonriéndome, como si el tiempo de nosotros nunca hubiese existido. El dolor que llevo equivale a mi historia unilateral, a mi personaje secundario cargado en el alma con cada beso protagónico que ella te dio, con cada encuentro perfecto en el que yo no estuve allí.


Que dolor. Esta historia nunca fue mía.

El Punto (que debiese ser) Intocable

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Tus sonrisas salen tan finjidas siempre y yo me lo banco simplemente porque te quiero tanto que prefiero bancarte de esta forma que estar lejos de ti.

Yo, Tú, Ella [Part. I]

Recuerdo pocas cosas, porque la verdad es que fue poco tiempo. Tiempo prestado, como siempre. Una tregua demasiado corta, de esas que uno aferra mucho más de lo que debe, con demasiadas fuerzas, con demasiadas partes de cuerpo. Con los dedos, con las manos, con las piernas, con brazos, con mi espalda, mi cabello. Con mis pulmones.

Recuerdo a veces ese gesto de la boca que hacía cuando sonreía. O sus ojeras de las mañanas, que siempre recorría muy despacio con mis dedos, mientras estaba entre despierto y durmiendo. Las veces en que me cargaba en su espalda, o como siempre, siempre me abrazaba cuando se acostaba a mi lado, apoyando su cabeza entre mi cabeza y mi hombro.

Tengo despojos de todo lo que fue para mí, despojos de lo poco que fui para él. Tengo retazos pequeños de lo que ocurrió, retazos secundarios e insignificantes de la historia de ellos, de él con ella. Tengo despojos de mi, de mi pena, de lo que siento, de él, por todo el cuerpo, por todas partes. En todos mis lugares.

Tengo todos los pedazos de dolor acumulados por cada vez que él la abraza, por cada vez que no está, porque sé que está con ella. Tengo todos los restos de mi cuerpo desperdigados en todas partes, por cada vez que simplemente fue demasiado para tolerar, y fueron tantas veces, fue tanta pena que se desbordaba por donde fuese.

Y lo he intentado todo, todo. Pero no sé que pasa, porque nada es suficiente. Nada. Ni las veces que me decepcionó, ni las veces que me hirió o las que dejó de quererme. No basta? No es suficiente acaso? Es demasiado. Ya va siendo demasiado.

Enero

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En tus lugares siempre hay vacío. Pero a veces ocurren esos jueves, me dices cosas acercándote a dos centímetros de distancia y es entonces cuando esos vacíos explotan de alegría, de puro amor medio escondido que sale a celebrar como si hubiese acabado la guerra, como si la libertad estuviese cerca, como si fuésemos a ser felices.
Mis vacíos están tan inevitablemente llenos de todo y de ti.