Recuerdo pocas cosas, porque la verdad es que fue poco tiempo. Tiempo prestado, como siempre. Una tregua demasiado corta, de esas que uno aferra mucho más de lo que debe, con demasiadas fuerzas, con demasiadas partes de cuerpo. Con los dedos, con las manos, con las piernas, con brazos, con mi espalda, mi cabello. Con mis pulmones.
Recuerdo a veces ese gesto de la boca que hacía cuando sonreía. O sus ojeras de las mañanas, que siempre recorría muy despacio con mis dedos, mientras estaba entre despierto y durmiendo. Las veces en que me cargaba en su espalda, o como siempre, siempre me abrazaba cuando se acostaba a mi lado, apoyando su cabeza entre mi cabeza y mi hombro.
Tengo despojos de todo lo que fue para mí, despojos de lo poco que fui para él. Tengo retazos pequeños de lo que ocurrió, retazos secundarios e insignificantes de la historia de ellos, de él con ella. Tengo despojos de mi, de mi pena, de lo que siento, de él, por todo el cuerpo, por todas partes. En todos mis lugares.
Tengo todos los pedazos de dolor acumulados por cada vez que él la abraza, por cada vez que no está, porque sé que está con ella. Tengo todos los restos de mi cuerpo desperdigados en todas partes, por cada vez que simplemente fue demasiado para tolerar, y fueron tantas veces, fue tanta pena que se desbordaba por donde fuese.
Y lo he intentado todo, todo. Pero no sé que pasa, porque nada es suficiente. Nada. Ni las veces que me decepcionó, ni las veces que me hirió o las que dejó de quererme. No basta? No es suficiente acaso? Es demasiado. Ya va siendo demasiado.