Las Flores


-Traje flores, puedes ponerlas en agua?

Magda tomó las flores con las dos manos y sonrió al acercar el ramo a ella para olerlo. Fue a la cocina, sacó un florero y puso las flores en él, ordenándolas un poco para que quedaran más simétricas.
Miguel la observó en silencio desde la puerta de la cocina. Cuando la vio salir por la puerta lateral se dio vuelta para ir al segundo piso a ordenar, pero apenas giró un poco cuando sintió el sonido de algo rompiéndose en el suelo en la pieza del lado.

Magda estaba de pie mirando el suelo y levantó la cabeza cuando Miguel apareció en el comedor. Tenía los ojos llenos de lágrimas.

-Lo siento.
-No te preocupes, es sólo un florero.

Ella asintió.

Magdalena pasó por al lado suyo. Pensó que había ido a buscar la escoba y un paño para secar el agua, pero entonces la escuchó abrir la puerta del clóset.
Miguel la siguió, confundido y se encontró de cara a ella bajo el dintel de la puerta. Magdalena llevaba una maleta en la mano izquierda.

-Magdalena? -musitó, asustado.
Ella lo miró e intentó decir algo, pero no pudo.
-De verdad lo siento.

Entonces lo esquivó, abrió la puerta de la casa y ni siquiera dudó un segundo antes de cerrarla. Miguel, de espaldas, sólo escuchó el portazo.
Un motor.
Y el sonido de un auto alejándose de su casa.

Censura.

"En esta carta te advierto que soy una persona totalmente arruinada. No creo en nada, menos aún en mi. Tengo miedo, todo el tiempo, tengo miedo de todo. Tengo muchas cosas, sobre todo vacío. Y pena. Esas dos cosas son las que me definen y todo lo que tengo, todo lo que soy. Intentaré sabotear esto, intentaré muchas veces sabotear todo esto porque hay algo de verdad mal conmigo; si eres de esas personas que intenta repararlo todo te aviso de verdad y quiero que lo tomes de manera literal: no lo intentes conmigo, no es algo que sea posible. Aun así y todo, te quiero. Aún así y todo espero que te quedes".


Levantó la hoja, la leyó una vez y abrió el cajón.
La guardó. Sacó otra hoja.

"En esta carta sólo quiero decirte que te quiero".

Las tres con veinte.



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Le había dado un beso en la mejilla después del Chao.
Y después se había ido casi corriendo, por supuesto.
Así que se había casado.
Maldito bastardo.
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Cotidianeidad.

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No sabían desde hace cuanto tiempo estaban juntos, no recordaban fechas exactas. Se habían conocido en el único día de lluvia del verano y cuando llegó el invierno decidieron que estarían juntos para siempre. Solían tomarse de la mano en primavera, pero ella prefería hacerlo en otoño, cuando metía la mano en los bolsillos de su chaqueta y descubría bombones de chocolate con cerezas al cognac, que él siempre terminaba regalándole.


Él solía abrazarla cuando lloraba y le sonreía cuando preparaban juntos el desayuno todas las mañanas. Le reclamaba porque dejaba la ropa tirada por toda la habitación pero después ella se le encaramaba en la espalda y lo botaba sobre la cama riéndose sin muchas preocupaciones, porque desde que le conociera, nunca más había tenido cosas de las que angustiarse. Cantaban juntos canciones alegres, bailaban descoordinados cuando tocaban música de playa en la radio, tomaban helado y siempre se les terminaba cayendo a los dos. A ella se le pegaban los huevos en el sartén y él era incapaz de preparar tallarines. A los dos les gustaba el arroz con leche y discutían de política y religión siempre al lado de la estufa a parafina que tenían porque no les gustó nunca llamar por teléfono para pedir balones de gas.


Soñaban juntos con conocer Nueva York y Paris, tener un piano de cola y tiempo para ir todos los días al cine. Ella quería escribir un libro y él hacer algún descubrimiento trascendente y famoso para ganar mucho dinero y mantener una familia grande como la que pretendía tener, mientras que ella le miraba feo cada vez que le mencionaba el tema, aunque en secreto, ella quería lo mismo.


Caminaban juntos por Santiago al menos una vez a la semana, en un barrio de media clase y normal. Los domingos se quedaban hasta tarde en la cama y jamás fueron tan felices como cuando después de varios años, tuvieron una niña que tenía los ojos de él y la sonrisa de ella.


Nunca fueron el uno para el otro. Pero por alguna razón, no lograron jamás vivir separados.