Yo te busco pero no sé ya donde más puedo buscar. Busqué en todas partes. En mi casa, en mi barrio. Salí fuera para ver allá lejos en las calles del downtown y en las micros, en las amarillas y en las blancas, creo que también en esas coloridas del sur... a veces en el subte. Pero no estás y yo me empiezo a preguntar si estarás de verdad por ahí. Si caminas buscándome también.
No sientes como si te faltara algo? Cómo si tus pulmones fuesen deficientes todo el tiempo para respirar? No hay un lugar seguro de esta forma, no hay calidez. Y así empiezo a sentirme cada día más sola, Miguel. Así es como cada día que pasa me siento más sola. Y ya no quiero. Ya no quiero más. Pero por otra parte... es inevitable, no? Porque no hay nadie más que puidera entender este desastre. Esta cosa extraña en la que me convertí al final. Dónde estás, Miguel? Estás con otra? Estás caminando en calles bonitas con ella, mostrándole las cúpulas de los edificios, enseñándole a mirar hacia arriba cuando pasea por la ciudad, como me enseñaste a mi? Miguel... le regalas flores? La abrazas cuando se acuesta al lado tuyo, le pasas tu pierna por encima de la de ella, para que se siente más a salvo? O ella no tiene tanto miedo como yo...? O ella no está tan malditamente asustada cómo yo?
Me canso Miguel, me canso y no aguanto más. Porque ya sabía que la vida era amarga antes de conocerte, ya sabía que estábamos solos y que al final siempre era vivir juntos y morir solos... Pero saberlo después de saber que contigo la vida podía sentirse más cielo que tierra embarrada, después de comer panqueques con jugo de naranja en polvo en las plazas de esta ciudad que ahora se ve tan apagada... saberlo ahora me ahoga, de verdad me ahoga.
Me ahogo Miguel. Me ahogo. Y no estás. Y hoy recorro por última vez todos los lugares que teníamos. Porque desde hoy ya no busco más. No te busco nunca más, me rindo. Ya basta.
Por favor, ya basta.
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