Magdalena creía que a veces las murallas eran demasiado vacías en esa casa. Demasiado interminables. Había puesto cientos de fotos en ellas, cientos. Pero aún seguían allí, demasiado blancas y demasiado altas; demasiado llenas de su cara reflejando en todas y cada una de las fotos lo mismo que intentaba ocultar al cubrir las paredes con ellas.
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