begging

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Cerró la puerta.
Los días seguían pasando así y tenía la convicción de que este estaba siendo su último, lento y más eficaz modo de sabotearse: La gente no quiere a las personas tristes.
Botó aire.
Cerró los ojos un par de segundos.

Caminó apenas hasta el sillón. Cansada.
Agotada.
Pensó en que su abrigo rojo debía hacer un buen contraste con el blanco pulcro de su sofá.
Ni siquiera lo había pensado y ya se había sentido profundamente patética.
Se dobló, encogiendo las piernas, en un intento vano de sostenerse, pero la angustia era más fuerte. Se mordió la lengua para no llorar.

Había silencio.
Más de lo común.
Acertó a tomar el teléfono.
Marcó a tientas.

-Aló?
-Ven, por favor.
-... Qué?
-Ven... por favor.



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