No lo había visto hacía dos meses, dos semanas y dos días.
No sabía muy bien que sentía al respecto. No lo había extrañado como pensaba. Tampoco lo había necesitado como había creído que lo haría. O eso se había dicho a si misma durante ese tiempo.
La gente comenzó a aparecer por la puerta de salida y comenzó a ver abrazos a su alrededor. El vuelo había llegado a tiempo, lo que siempre era un punto extra.
Espero tres horas antes de comprender que no llegaría.
Pensó entonces que estaría bien.
Pero supo con esa certeza profunda y extraña que surge de vez en cuando, que eso también era mentira.
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