Primero hago, luego existo.

Compro flores en la calle y las arreglo sobre la mesa porque eso es lo que hace la gente resuelta. Las blancas hacia fuera, las azules hacia dentro, las ramitas de las que nunca logro acordarme el nombre, entre medio.
Hago almuerzo, porque eso es lo que hace la gente adulta. Almorzar, desayunar, cenar y en el orden coherente. Despertar a horas decentes, horas a las que despierta la gente feliz.
Tiendo la cama, después de airear unas horas las sábanas. El cubrecama doblado bajo la almohada, como me enseñó mi abuela, las sábanas ponerlas al revés para que el lado correcto quede a la vista.
Paso la aspiradora, porque eso es lo que hace la gente correcta. Despolvoreo los muebles, cambio las ampolletas que están malas, reemplazo las pilas que ya no sirven, llamo al gásfiter para que me arregle la cocina, llamo al señor que lava las alfombras.
Boto la basura y separo el vidrio del plástico del cartón de las latas.

Salgo más temprano, toco menos la bocina.

Y luego lo hago todo de nuevo.
A ver si uno de estos días me convierto en uno de ellos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario